Desde hace ya más de
una década, el artista británico DJ Simpson ha desarrollado un singular y
notablemente
consistente cuerpo de trabajo donde el proceso pictórico se convierte en el
principal objetivo de sus investigaciones: a través de la técnica denominada «routing»
—o «enrutamiento»—,elimina las capas de materiales que previamente selecciona y
superpone meticulosamente, desvelando aluminios, maderas contrachapadas o
plexiglás. En definitiva, mientras que en una pintura convencional la
superficie primigenia es la tela sobre la que se añaden los diferentes materiales,
Simpson, por el contrario, toma como punto de partida una superficie terminada industrialmente
para luego comenzar a sustraer el material de la misma.
En sus proyectos más
recientes, ha pasado de usar superficies readymade, a involucrarse cada
vez más en el proceso de manufacturación del soporte, y que ha tenido como
resultado su primer gran encargo público: tras una estrecha colaboración con
los fabricantes de revestimientos arquitectónicos, produjo para el Olimpic Park
de Londres una sorprendente superficie de aluminio anodizado perforado.
En este nuevo grupo
de obras que ahora presenta en la Galería Helga de Alvear, DJ Simpson inicia una
nueva fase en la evolución de sus preceptos artísticos. En ellas recubre
delgadas chapas de aluminio plegadas con pintura de polvo o epoxy —utilizada
generalmente para tintar las carrocerías de los coches—. Esto le permite al
artista reflexionar sobre las cualidades y el comportamiento de los materiales,
y finalmente entrar en diálogo con el arte moderno. No obstante, y aunque
pudiera parecer evidente relacionar estas estructuras con aquellos experimentos
previos del Art Process —los de Lynda Benglis con el latex o Richard
Serra con el plomo—, podría ser útil servirse de la diferencias de DJ Simpson
con el arte procesual de las décadas de los 60 y 70 para terminar de definir
este nuevo trabajo del británico.
Robert Morris, en su
ensayo de 1970 Some Notes on the Phenomenology of Making: The Search
for the Motivated [Algunas notas sobre la fenomenología de la producción:
la búsqueda de lo
motivado],
establecía como problema fundamental la liberación del arte de todo aquello que
fuera arbitrario, y ante esto, propuso y defendió las principales ventajas del
ejercicio del proceso, donde el comportamiento de los materiales cuando se les
deja a su suerte o sometidos a su inercia natural y devienen en formas —o si se
prefiere, «formlessnesses»—, eran supuestamente no arbitraria.
Simpson, sin
embargo, no se molestará demasiado por la aparición de formas arbitrarias en la
obra. Las líneas y marcas en las superficies de éstas son más un medio para
indicar la ocupación espacial y la atmósfera que de enmarcar la estructura
visual. Además, nunca se presentan como producto del proceso aislado sobre un
material, sino como fruto de la colisión de procesos distintos sobre también
distintos materiales y no relacionados habitualmente —como aquí, por un lado el
plegado de la chapa de aluminio y por otro el revestimiento de epoxy—, un
choque que por otra parte es constante en los intereses que circulan en la
trayectoria del artista y que generalmente se nos presentan sorprendentes. Y ya
por último, y en tercer lugar, no entiende el proceso como una forma de mostrar
los artificios del arte, sino más bien como modo de vincular el arte con la tecnología:
el proceso es para Simpson inherente a lo tecnológico y por tanto, a lo
histórico.
http://www.helgadealvear.com
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